Estas historias o cuentos cortos son apropiadas para niños de entre 4 y 7 años. Hoy vamos a leer tres cuentos para niños mentirosos, es decir, cuentos sobre la mentira y sus consecuencias para aprender a dejar de mentir. Es importante saber distinguir entre la mentira y la verdad, y actuar siempre de manera correcta, diciendo la verdad a las personas que nos quieren.
3 Cuentos Para Niños Mentirosos
El Pícaro Cuentista
Mucho tiempo atrás en los bosques del rey vivía un pícaro llamado Honest. Honest era un trotamundos, se jactaba de viajar como quisiera y cuanto quisiera. Cuando llegaba a un pueblo predecía el futuro para las damas, realizaba trucos de magia a los jóvenes y pregonaba juegos de apuesta entre los hombres.
Estas habilidades no eran más que viles trucos para quedarse con el dinero de los demás. Sus predicciones poco tenían de ciertas; los trucos de magia eran meras distracciones para sustraer cosas de valor de los bolsillos distraídos; y las apuestas estaban arregladas. Siempre se encargaba de irse del pueblo antes de ser descubierto.
Un frío día de otoño observó el cielo cubierto de nubes negras. Ante la inminente lluvia, decidió pedir amparo en un castillo cercano. Se presentó al paje como juglar. Este, recordando lo aburrido que últimamente estaban sus señores, aceptó acogerlo.
El castillo era enorme, ricamente decorado y repleto de sirvientes. “Qué ricos deben ser estos señores.” pensó Honest, “Aprovecharé para hacerme de unas buenas monedas.”
A la noche fue llamado para entretener al señor del castillo. Honest relató sus mejores historias de fantasía y realizó trucos mágicos que dejaron boquiabierto a todos los invitados. El señor feudal y su esposa estaban tan intrigados en conocer su verdadera historia que lo invitaron a la mesa.
“Esta es mi oportunidad” pensó Honest. No demoró en contar su falsa historia.
– ¡Oh, mis señores! ¡No saben mi mala suerte! Yo era un noble como ustedes, pero un día el enemigo atacó y se apoderó de mis tierras y mi familia. Juraron que liberarían a mi esposa e hijos a cambio de mucho oro. Al verme despojado incluso de mis títulos, camino errante por estas tierras entreteniendo a quien se cruza por mi sendero a cambio de algunas monedas. Un día juntaré suficiente para recuperar a mi familia.
El señor quedó indignado al escuchar esta triste historia. Quiso saber más, su apellido de noble, los nombres de sus familiares cautivos y donde estaban. Honest respondía a todo con sus inventos. Respecto al lugar, dijo que eran tierras muy lejanas y que difícil de alcanzar resultaban. Le dijeron que le ayudarían económicamente para recuperar cuanto antes sus tierras, pero el señor del castillo le pidió que se quedara algunas noches más para entretenerlos.
Honest aceptó encantado. Cada día ocurría lo mismo: lo llamaban a la noche para animar la cena, luego el señor y su esposa le invitaban a comer con ellos y asediaban al pícaro con preguntas sobre su vida privada. Después de varios días Honest empezó a preocuparse, de tanto mentir ya no sabía qué había dicho y qué no. Temía dejarse en evidencia con un descuido. Esa misma noche habló con los nobles señores.
– Su hospitalidad ha sido maravillosa, pero debo seguir mi camino. Mañana partiré al alba.
– No lo concedo – contestó simplemente el señor del castillo – entretienes demasiado las veladas. Aquí tienes techo, comida y una cama. No te preocupes por tu familia, cuando te vayas te daremos el total de la suma para que puedas liberarlos.
Honest sabía que no podía ir en contra del noble, resultaría sospechoso. Aceptó la oferta pero a cambio de que prometieran dejarlo ir a los cinco días. Cinco días fueron más que suficientes, en una de esas noches Honest contó detalles de su vida que al noble le parecieron poco coherentes con los relatos de la primera noche.
Lo que el pícaro no sabía es que el noble era en realidad el rey, quien conmovido por la historia mandó a sus súbditos a corroborar los hechos contados por el juglar. Los errores del relato le hicieron al rey desconfiar y a los pocos días un mensajero confirmó el engaño.
Al descubrir que todo era una farsa, el rey exigió la presencia del pícaro de forma inmediata.
– Mentiroso sin memoria, pierde el hilo de la historia. – Dijo el rey – Tu mentira ha crecido demasiado y ahora es como una enorme bola de nieve que te aplastará. Te condeno a 20 años de trabajos comunitarios. Así devolverás al pueblo todo lo que le has robado.
Cuenta la historia que Honest aprendió la lección y luego de su castigo nunca más volvió a engañar, estafar, mentir o embaucar.
Fin
El Científico Farsante
Hace tan solo unos años atrás, existía un pequeño país conocido como Conos. Los conianos eran reconocidos internacionalmente por su ingenuidad y un hombre malo quiso aprovecharse de la inocencia del pueblo.
Este hombre se dedicaba a vender curas de todo tipo que tan solo eran espejismos y tretas. Los enfermos desesperados tocaban a su puerta y vaciaban los bolsillos en busca de remedios milagrosos; los enamorados pagaban pócimas mágicas al precio que fuera; y los narcisos abonaban cifras astronómicas por cremas antiarrugas y lociones embellecedoras.
La farsa nunca se derrumbaba, porque el hombre se autodenominaba científico y les decía a los conianos que estaba científicamente comprobado todo. Si el remedio no surtía efecto probablemente era por culpa del paciente que estaría haciendo algo mal. Los conianos en su inocencia le creían. Además, el hombre usaba palabras muy complejas y modernas, seguro era verdad todo lo que decía.
Pobres conianos, no sabían que el hombre ningún título tenía y que en realidad apenas había terminado el jardín de infantes.
Sin embargo, la fama del hombre malo llegó a oídos de un grupo estudiantil de conianos que empezó a dudar seriamente de la veracidad de sus palabras. Este grupo de estudiantes pertenecía a la Universidad de Ciencias y nada les gustó que se deshonraran las ciencias y se enalteciera a un mentiroso.
Tras largas investigaciones y consultas descubrieron que, efectivamente, todas esas cremas, remedios y pociones milagrosas no eran más que viles artimañas para llenar de dinero los bolsillos del hombre malo.
Transmitieron en vivo la noticia por todos los canales de comunicación para que todo el país se enterara.
– El hombre que nos vende sus mágicas recetas no es más que un engaño, nada de lo que dice es lo que parece, debemos ser más inteligentes que él y dejar de comprar sus productos.
El hombre malo escuchó esta noticia y presuroso mandó su propio mensaje:
– Los que hablan son meros estudiantes. ¿Qué sabrán ellos? Apenas están terminando la universidad, mientras ¡yo ya soy todo un científico! ¿A quién van a creer?
La pobre gente de Conos se hundía en la confusión. Sin duda los muchachos mostraban pruebas que desenmascaraban al embaucador pero, por otro lado, a ellos siempre les habían dicho que los científicos no mentían.
¡Qué gran contradicción!
Ante las tribulaciones del intranquilo pueblo los estudiantes conianos ayudaron a calmarlo con las siguientes palabras:
– Las ciencias no mienten, lo que hay son muchas personas mentirosas. Siempre se debe andar con cuidado y con los ojos bien abiertos.
Las pruebas eran irrefutables, el pueblo comprendió el engaño y se reclamó justa sentencia para el hombre malo. El hombre malo fue condenado al exilio y se le prohibió nunca más pisar el suelo de Conos.
Gracias al hombre malo, los conianos aprendieron a no ser ingenuos e inocentes y desde ese día pudieron vivir felizmente, pues nadie los volvió a engañar.
Fin
Los Dilemas del Loro Coco
Residían allá en un campo abandonado una familia de loros verdes. Fácil se sabía el árbol en el que vivían, pues al pasar por debajo gran alboroto hacían. Consideraban suyas todas las tierras a su alrededor, esa misma tierra que les brindaba alimento y cobijo.
Un día de primavera llegaron humanos. Era una familia grande: abuelos, padres, tíos y una niña. Los loros siempre curiosos se arrimaron a husmear. La familia venía a quedarse y sembrarían trigo y maíz para subsistir. A los loros la noticia les encantó, conseguir comida sería mucho más fácil.
Cayó a los días una fuerte tormenta que tiró del árbol a un lorito bebé. Como aún no sabía volar, no pudo regresar al nido. Por suerte, la niña lo encontró y lo llevó a su casa para cuidarlo y alimentarlo hasta que pudiera volar.
Decidió llamarlo Coco. Coco aprendió a hablar y pronto mantenía conversaciones con la niña.
En cuanto pudo volar decidió retornar a su hogar, pero prometió a la niña que volvería todos los días a charlar con ella. El regreso a su nido causó gran emoción a su familia.
Como había prometido, Coco visitaba siempre a la niña. En una de sus muchas visitas se enteró de que los trabajadores estaban muy enojados con los loros porque se comían la cosecha. Coco decidió a ayudar a la niña. Cuando volvió al nido se inventó una historia:
– He descubierto plantaciones de maíz y trigo a unas leguas de aquí. Diez veces más deliciosas que las de acá.
Encantados con la noticia, todos volaron al día siguiente a esos campos inexistentes, pero al no encontrar nada creyeron que había sido una confusión de Coco y regresaron a comer donde siempre.
La niña le imploró ese día a Coco que hablara con los demás loros.
– Si mi familia pierde la cosecha no habrá dinero y sin dinero no tendremos qué comer nosotros.
Así que esa noche volvió a mentir y le dijo a su familia que se había equivocado de dirección, que los campos que había visto estaban para el sur y no para el norte. Los demás loros le disculparon el error y al día siguiente volaron hacia allá. Por segunda vez no hallaron nada y tuvieron que regresar a comer donde siempre, esta vez más recelosos.
A la tarde la niña compartió sus preocupaciones con Coco.
– He oído a mi familia discutir sobre ustedes. Contratarán cazadores para matar a los loros que se acerque al plantío. Traté de detenerlos pero están muy enojados.
Coco quedó pasmado con las malas nuevas. Voló rápido y ligero al nido para advertir a los demás pero nadie quiso creerle.
– Nos has engañado antes pero no lo harás ahora.- comentó enojado un loro.
– Solo lo hice para cuidar de la niña, mi advertencia de ahora es verdadera.
– La verdad a medias siempre es una mentira completa. ¿Por qué habríamos de creerte?
Coco insistió pero nadie creyó sus palabras. Bien temprano a la mañana emprendieron vuelo al campo para desayunar. Coco avistó a tiempo uno de los cazadores y avisó a sus compañeros que a duras penas esquivaron las balas. Asustados, los loros se retiraron rápidamente.
Coco, desesperado, fue a hablar con la niña, temía que sin el campo fueran los loros quienes murieran de hambre. La niña tuvo una idea. Le explicó a Coco que ella crearía su propia huerta donde plantaría cereales de todo tipo y que los loros podrían venir a comer de su huerta.
Coco regresó contento a dar la noticia. Al principio desconfiaban pero con el tiempo vieron como la huerta crecía y notaron que podían arrimarse sin que nadie les disparara. Los loros volvieron a creer en Coco pero su familia le impartió una lección de vida:
El castigo para el embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad. La próxima vez elige charlar los problemas con franqueza antes que taparlos con mentiras.
Fin
Aquí concluyen estos cuentos para niños mentirosos. Antes de ir a dormir, es importante pensar en s hemos dicho mentiras o si hemos dicho la verdad hoy. Decir la verdad pronto, aunque cueste, nos ahorra problemas en el futuro, ya que, como dice el dicho, la mentira tiene patas cortas.